Ya estamos los técnicos sacándonos otro «palabro» de la manga para definir algo que todos hemos visto hacer o incluso hemos hecho alguna vez. Desde que el hombre es hombre, allá en la prehistoria en la época de las cavernas, siempre nos ha gustado dejar huella, mostrar aquello de lo que estamos orgullosos y que deje «marca» para la posteridad.
Esta naturaleza humana no ha cambiado, simplemente ahora tenemos más medios para hacerlo, y a veces no somos conscientes del impacto que puede suponer ese «orgullo humano» que nos lleva a mostrarnos.
El caso del sharenting es un ejemplo claro. Esta palabra (o palabro, más bien, porque nos la hemos inventado) se utiliza para describir la práctica de publicar en las redes sociales fotos y contenido de niños, principalmente por parte de sus orgullosos padres.
¿Somos conscientes de lo que significa esto? ¿Y del impacto que tiene, o el que puede llevar a tener, sobre la vida de nuestros hijos?
Ningún padre / madre que publica orgulloso una foto de su hijo en redes sociales tiene ninguna intención maliciosa (estamos pensando en personas normales que quieren a sus hijos…) pero sin embargo, al hacerlo, estamos privándolos de la decisión de lo que quieren hacer público en su vida.
Esto me hace pensar en una fotografía que tiene mi madre en un marco en su casa, en la que se me ve a mí, con poco más de 1 año, con un vestido corto bajo el que se ve el pañal y una mirada de «déjame en paz o te arranco la cabeza» … Es una foto divertida, tiene su encanto, enseña que cuando era pequeña ya apuntaba maneras de enfado cuando algo me molesta, pero sin embargo ¿me habría gustado que el marco de esa foto fuese un instagram o un facebook? Quizás entonces ya no me parecería tan graciosa. Al menos no es una foto, tan común hace años, de un bebé desnudo apoyándose en las manos e intentando incorporarse… ¿En qué estamos pensando cuando hacemos esa foto y la publicamos?
El ámbito de compartir fotos en redes sociales no tiene nada que ver con ese marco y esa foto. Por desgracia, cuando publicamos al mundo una foto, perdemos el control de lo que se puede hacer con ella, y los primeros que tenemos que enseñar a nuestros hijos la importancia de de preservar su intimidad y no exponerse públicamente, somos sus padres, con el ejemplo.
Tengo dos hijos adolescentes a los que estoy intentando educar en ese cuidado de la intimidad, en esa consciencia de que no todos somos «buena gente» y que lo que pueden hacer con su imagen se escapa de su control. Sin volvernos paranoicos (o no demasiado), el mejor consejo que creo que les he dado es: «Si dentro de 5 años vieses esta foto, ¿te gustaría?»
Si les ayudamos a tener criterio para tomar buenas decisiones, es una medida mucho más eficiente, que cualquier sistema tecnológico de control parental. Los niños son jóvenes, pero no tontos.
Enseñemos a nuestros hijos a utilizar las herramientas para mejorar sus vidas, no para complicarlas.
Enseñémosles para que ellos tomen sus propias decisiones y sean libres, asumiendo que la seguridad de su intimidad es un tesoro que deben preservar ellos mismos.